Mi vida sin mi. Bases del ayurveda. 1º parte
«Mi vida es mía, y la vivo como quiero».
Esta reivindicación de libertad, tan contemporánea y radical, posee la semilla de nuestro empoderamiento hacia la verdadera salud.
Pero no seamos inocentes. No creamos que en esa declaración de principios somos realmente libres y que estamos ajenos a los mecanismos sutiles de la sociedad de consumo. «Vivo como quiero», pero resulta que aquello que quiero coincide sospechosamente en la mayoría de los casos con lo que me venden a través de los medios de comunicación y la publicidad. Nuevos estilos, tendencias, modas, etc…
Si habita en nosotros esa fuerza rebelde, ¿por qué no despertar y aprovechar este impulso en nuestro propio beneficio?
La manera en que vivimos nuestro día a día es una de las claves que van a determinar tanto nuestra salud y como la calidad de la experiencia vital que tengamos en nuestra vida. Nos vienen impuestos muchos factores sobre los que apenas tenemos control. La familia en la que hemos nacido y su herencia genética por ejemplo. Cuando uno tiene un padre con tendencia a perder el pelo a partir de los 40, es inevitable pensar de vez en cuando: «Vaya, si me hubieran preguntado, quizás hubiera elegido cambiar algunos genes para conservar mi cabellera».
Otro factor no menos importante es la variante climatología con la que tenemos que convivir a lo largo de las estaciones. Transitamos mes a mes por variaciones de temperatura, lluvias, vientos u otros agentes inevitables con los que debemos relacionarnos y de los que nuestra salud depende. Personalmente no soy muy amigo de las temperaturas frías. (Para un friolero, aclaro frías como aquellas inferiores a los 12ºC). Y a veces no siempre es posible escaparse a Canarias unos días, con sus eternos 25ºC, un paraiso lejano desde el crudo invierno peninsular. Y de todas formas aunque lo hagamos puntualmente, siempre tenemos que volver a la fría realidad a seguir con nuestras obligaciones.
Sin embargo existen otros factores sobre los que si tenemos cierto control. Factores además determinantes para nuestra salud. Tenemos por ejemplo bastante margen de maniobrabilidad para elegir lo que comemos. Disponemos de supermercados con infinidad de alimentos, desde aquellos plagados de etiquetas bio, eco,..etc, hasta aquellos precocinados o enlatados sin ningún tipo de pudor por la cultura light imperante. En las ciudades también podemos elegir donde vamos a realizar nuestras salidas culinarias. Decidimos entre una comida ligera y nutritiva en algún restaurante especializado, o algo de comida rica en grasas saturadas en cualquier establecimiento de comida rápida.
Podemos también, tomar decisiones acerca de la hora en la que nos acostamos. Si nos metemos en la cama acompañados de la tele y las últimas noticias en Siria como compañeros inductores al sueño. O quizás de la mano de un libro. Otras veces con cualquier pensamiento repetitivo sobre lo que nos deparará el destino. También podemos elegir unos minutos de relajación, seguida de una reflexión amable de lo vivido en la jornada e incluso puede que cerremos el día con una suave meditación. ¿Por qué no?
También es elegible la manera como respondemos antes los demás. Cuando caminamos por la calle y alguien nos sonríe es fácil devolver la sonrisa. Es automático, directo o así debería serlo. Sin embargo a las 7:30 de la mañana en el metro, cuando alguien intenta colarse, o ante una mala contestación de cualquier trabajador de ventanilla no identificada, uno vuelve implacable a la ley del talión y a desenterrar el antiguo testamento. El ojo por ojo energético es el orden del día en nuestra vida moderna. Impera la aplicación directa de la recurrente regla de tres: si así me tratas, así te trataré. Regla que se convierte en exponencial a la hora de devolver el golpe pues si no te diriges a mi con suma delicadeza, como a mí me gusta, la contestación de vuelta estará aderezada con el fulminante aroma de la venganza. Aunque menos evidentes que los ejemplos anteriores, este tipo de comportamientos también son modificables desde nuestra vivencia interna y podemos tomar acciones en contra de estos impulsos.
¿Cómo podemos crear nuestro propio estilo de vida?¿A través de los estereotipos de nuestras series de televisión favoritas?
Es a través de nuestros hábitos como construimos nuestra vida. Los actos repetitivos que realizamos día a día, a lo largo de los meses y años. Acciones a las que a veces no prestamos demasiada atención pero que forman nuestra existencia, como las pequeñas gotitas que una a una constituyen un mar. El ayurveda nos invita a que nuestros ritmos vitales estén en la mayor sintonía con la naturaleza que podamos. Esto suena muy bien. Y es perfecto si hemos nacido en una selva de Kerala bajo palmeras. O si vivimos permanentemente en el corazón del Pirineo. Pero qué pasa con los millones de seres humanos que desarrollamos nuestra vida entre asfalto y hormigón.
Estar en armonía con la naturaleza para muchos de nosotros desgraciadamente no va a consistir en vivir en un bosque rodeados de vegetación y pacíficos lagos, ya que nuestros trabajos y vidas cotidianas transcurren en un mundo urbano muy diferente.
Esta armonía con la naturaleza para nosotros, ciudadanos de calles y medios de transporte, va a apuntar hacia un equilibrio con nuestra «propia naturaleza». Ya que como seres vivos poseemos de una ecología interna. Ecología interna gemela a la que gobierna los bosques y las selvas. En nuestro interior existen las mismas leyes naturales que rigen los elementos como el agua en las cascadas y ríos que nutren la Tierra. Las mismas fuerzas que laten en cualquier animal salvaje y que le impulsan a cazar, luchar y proteger a sus crías.
Nuestra naturaleza interna, nuestro Prakruti, es la forma en la que estamos constituidos física, mental y emocionalmente. Y es esta, nuestra naturaleza profunda con la que debemos estar alineados. Aún viviendo en una enorme capital como Madrid, siempre tenemos la posibilidad de buscar esas leyes internas, para fluir con ellas. Navegando en su dirección será cuando realmente nuestra salud podrá empoderarse y hacerse fuerte. Estas son las montañas a las que debemos acudir a respirar aire puro. La soleada playa en la que broncearnos. Pues no existen paraísos perdidos fuera de nuestro Prakruti.
Cada naturaleza profunda es personal e intransferible. Además se convierte en nuestra responsabilidad el conocerla. El conocernos honestamente. Como rezaba el oráculo de Delfos «conócete a ti mismo» (sentencia que se completa con: …y entonces conocerás el universo). Una de sus máximas fundamentales que aunque en apariencia simple, sigue resonando miles de años después en nuestra mente contemporánea y digital. Y es que aquellos sabios de India o Atenas, a los que podríamos ahora enseñarles tanto acerca de nuestros prodigios tecnológicos, intuyo sin embargo que se sentirían algo decepcionados al ver lo que hemos progresado en la comprensión de las facetas más íntimas del ser humano. Pues la realidad es que en referencia al sentido de la vida y el conocimiento de nuestra dimensión más profunda apenas hemos avanzado a su legado.
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