La libertad del desapego o la libertad de aprender a ser

Desde niños se nos educa en la cultura del apego, primero hacia nuestros progenitores, para, posteriormente, ir creando una ingeniería de dependencia que termina por condicionar nuestra vida adulta. El miedo a perder el objeto de dependencia nos lleva a apegarnos a situaciones, emociones y/o personas.

Para el yoga el desapego no es renuncia o abandono. El desapego, por el contrario, es la deconstrucción de nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno, para construir una forma de relacionarnos más libre. Cuanto más eficiente es la interdependencia entre dos personas más autónomas seguras y plenas se vuelven.

El desapego es la habilidad que nos permite vivir lo que nos rodea con libertad. Es el puente que nos acerca a un amor verdadero, el que nace desde el fluir de la conciencia. Hacer lo que haya que hacer, en el momento que se está haciendo para luego seguir fluyendo, porque la vida nos va dando lo que necesitamos. Es un aprendizaje continuo. Las situaciones, las personas, las emociones son aprendizajes, tienen una función precisa y cuando la cumplen se van. Con el apego las retenemos, contra la voluntad del universo, de la vida.

El yoga nos propone disfrutar de lo que nos rodea, del devenir de la vida desde una nueva conciencia, la del desapego, que nos permite estar presentes, entregados a lo que se hace en ese momento.

Con el yoga practicamos el desapego, si nos entregamos a cada asana. Nos concentramos en la respiración, en lo que siente nuestro cuerpo con la postura. Al igual que en yoga no forzamos la postura, en la vida no forzamos el fluir de las cosas y acontecimientos y así evitamos el dolor y el sufrimiento.

Cuando nos desapegamos nuestra mente se libera de los pensamientos recurrentes y nos lleva a vivir una vida plena, donde aceptamos el devenir, con su grandeza. No hay mayor libertad que la de una vida sin apego. No hay mayor dicha que la vida vivida con plenitud, la plenitud del desapego.

Namaste.