Ejercicio de honestidad terapeutica


Te acuerdas? Viniste a mi buscando ayuda. Recuerdo tus palabras pidiendo un cambio. Tus sentencias de firme compromiso. Lo recuerdo perfectamente. Estabas desorientado, confuso. La primera vez que nos vimos quisiste con urgencia que te escuchara. Y lo hice. Buscabas empatía. También la tuviste.
Luego decidiste durante un tiempo seguirme. Y recorrimos un trecho juntos. Pero eso no es suficiente compañero. No remo yo solo en esta barca. Es necesaria también tu palada. No puedo llevarte en brazos, aunque a veces te confieso que me gustaría. Pero aprendí que eso solo jode mis rodillas y tu propia valía.

Recuerda que te lo dije. Con palabras claras: esto no siempre será agradable. Pero creo que esta parte no la escuchaste. Estabas entusiasmado con tus ensoñaciones y esas ansias de seguir haciendo tu vida, la de siempre. Eso sí, en tu ilusión sin miedos ni dolores. Querías cambiar la inercia generada durante toda la vida en apenas unos meses. Pero lo siento, no funciona así. Yo no hice las reglas, no tengo la culpa. La transformación real requiere cambios. Profundos cambios. Reajustes y dolores de crecimiento. Se necesita paciencia y tiempo. Y te repito sereno, para hoy o para el día en el que te decidas a hacerlo: el proceso a veces no es agradable. Pero hay que pasar por ello.

Buscabas algo auténtico. Pero lo genuino no viene edulcorado ni en latas de conserva. Es como es, con toda su crudeza. Y sobre todo, con toda tu mierda. La que traes de fábrica. La que has ido acumulando desde niño. Porque aunque tengas mi ayuda, serás tu quien tenga que sacar la basura. No quiero manipularte con azúcar ni palabras huecas. Sé que tendrías satisfacción inmediata si adulara aquello que tanto te gusta. ¿Sabes? Es muy fácil conseguirlo. Pero lo siento de nuevo, porque no voy a hacerlo. 

Te doy mi apoyo incondicional para que te impulses, pero debes ser tú quien haga el esfuerzo. Quiero ayudarte a que descubras quien eres realmente. Con tu lado oscuro. Quiero ayudarte a que te superes. A que des lo mejor de ti mismo. Porque respeto profundamente el pacto tácito que surge en el momento que has depositado tu confianza en mi. Eso es sagrado. 

«Ser yo mismo», me obliga a esto. Quizás te pierda hoy si no eres capaz de entender esto. Estoy preparado para ello. Ahora lo que más me importa es ser honesto conmigo. De ahí brota mi fuerza.

Mi mano está extendida, y mi corazón sigue abierto para el que quiera comprender esto.

Gracias por ayudarme a crecer.

Pedro