Diario de un panchakarma 4º. Nasya y «come back to yoga».
Episodio cuarto:
Como conté en el episodio segundo de “Días de ghee” al final estuve para la preparación de Vamana casi 5 días sin practicar asanas de yoga. Hacía años que no pasaba tantos días en dique seco, pero a veces hasta las locomotoras del tren necesitan parar, ir al taller y prepararse para el próximo año de largos trayectos.
Durante estos días aproveché para aumentar mis tiempos de pranayama y sobre todo de meditación. El día que me liberé de Vamana, y después de dormir, me dispuse a mi práctica habitual de yoga. Pensaba que estaría entumecido y agarrotado. Que tendría dificultad con algunas posturas. Pero cuál fue mi sorpresa que después de varios saludos al sol de calentamiento, entraba y salía de las asanas con una suavidad nueva. Mi cuerpo estaba ligero y más flexible de lo que esperaba. Mantenía las posturas con mucho menos esfuerzo. Pero tenía que esperar a los equilibrios de manos, la prueba de fuego. Probé con Adho mukha vrksasana (parada de manos) pero seguía sintiéndome de maravilla. Y empecé a sentir con fuerza la calidad de mi respiración en la práctica. Su riqueza de matices era increíble. Notaba desde mi cuarto con las ventanas abiertas el frescor de la hierba, el dulzor de los tamarindos húmedos aún por la lluvia nocturna del monzón, todos los olores del vergel que me rodeaba eran totalmente vívidos para mí.
Lo había comprobado con anterioridad con otras kriyas (o técnicas de limpieza yóguicas), pero esta vez vamana había aportado una nueva perspectiva a lo que ya sabía: el yoga no tiene nada que ver con la gimnasia.
A partir de aquí empecé con el siguiente panchakarma: Nasya o limpieza nasal.
Para mi esta técnica no fue nada traumática, aunque si hubo algunos compañeros a los que les tocó de lleno la parte emocional y lo pasaron mal. En mi caso estimuló mi sentido del olfato y agudizó mi sensibilidad en general. Sentarme estos días a meditar era una delicia. Mis fosas nasales eran suficientes para sostener toda mi atención y focalizarla de forma nítida y rotunda.
El procedimiento habitual durante estos días era el masaje abhyanga, seguida por una sesión de pindas (son saquitos de tela rellenos de hierbas en aceite y se usan para fines medicinales), que por cierto las manejan de forma bastante diferente a como suelo ver por España. Y después de esto te volteaban la cabeza hacia atrás para echarte unas gotitas de aceite medicado en las fosas nasales. Inhalabas fuertemente y esto penetraba por todas las rendijas de tu cráneo iluminándolo como si fuera aquellas lámparas de mapamundi que se ponían en las mesas de estudio con una bombillita dentro. Después de inhalar podías sentir las juntas de unión de los huesos del cráneo, como si fuesen las fronteras de aquellos países de la lámpara. Seguido a esto, inhalabas alternativamente por cada orificio nasal el humo de varias maderas que quemaban que te limpiaban hasta la garganta. Me recordaba las prácticas medicinales de los indios americanos con el humo. Y de repente, in situ, es cuando empiezas a entender de donde proviene todo.
Después de esto salía al jardín, con la sensación de cabeza recién lavada, pero por dentro.
Lo que noté estos días fue que dormía de forma más ligera que de costumbre, y con muchos muchos sueños. Sueños locos, algunos sin sentido. Otros reales. Algunos ya olvidados. Pero me lo advirtió la doctora…Nasya despierta la intuición y la mente.
Pedro
Continuará…
Fotos: https://www.facebook.com/pedroarcecifuentes
¿Quieres compartir lo que piensas?
Tu dirección de email no se publicará. Los campos requeridos estám marcados con *